miércoles, 30 de noviembre de 2011

¡Pué que me rajara! - Carlos Rivas Laurrari

Por Carlos Rivas Laurrari (México)

¿Que vaya yo a verla?... ¡Ni manque esté loco!
¡Antes qu'ir a verla... primero me matan!
Pa mi, como muerta;
a mí no m'importa qu'esté güena o mala;
yo no tenga culpa
de lo que le pasa...
Y... mira, mi cuate, por lo que más queras,
no güelvas a hablarme d'esa desgraciada;
ni quero oir su nombre,
ni quero ya d'ella saber ni palabra...
Tú sabes, mi hermano, que yo la quería
con todita mi alma;
harto a ti te costa qui a naide en el mundo,
crioque ni a mi madre, ¡ni a mi madre santa
he querido tanto
como a'quella ingrata!...
¿Pa quén trabajando me pasaba el día?...
¿Pa quén era todo lo que yo ganaba?...
¿Pa quén mi cariño?
¿Pa quén mi costancia?...
Y aluego... ¿pa qué? Dimpués di todo eso,
ya vites, manito, cómo jué la paga...
Dendi antes, muncho antes
qu'ella se largara,
yo vide clarito que ya mi cariño
no le daba di ala;
yo vide clarito qu'estaba a desgusto;
ya no era la mesma mujer de su casa;
ya era sólo el lujo
lo que le cuadraba...
Y como soy probe,
y pa ella era poco lo que yo ganaba,
no quiso la endina seguir siendo güena,
no quiso la endina seguir siendo honrada,
s'echó pa la calle... se tiró a la vida...
y jué una de tantas...
Y ora qui han pasado
dos años de qui anda
rodando y rodando mesmamente como
si juera una hilacha;
ora qu'está probe;
ora qu'está mala;
ora que no tiene quén se ocupe d'ella,
ni quén se priocupe de lo que le pasa;
ora que ricuerda que cuando era güena
nada le faltaba,
ora es cuando quere que yo la perdone
y que vaya a verla, pero... ¡qué esperanzas!
¡Antes qu'ir a verla...
primero me matan!
Pero... oye, manito... aguárdati un pelo;
hazme una valona antes que te vayas:
di ai sobre la mesa agarra esos jierros,
son los de mi raya...
Llévaselos todos... llévaselos luego...
¡no vaya a ser cosa de que li hagan falta...!
Pero eso sí; júrame que no has de dicirle
de mí una palabra...
No quero que sepa que mi ocupo d'ella...
No quero que sepa ni quén se los manda,
porque si si alivia, pué ser qui algún día,
la muy atascada,
si alcanzara el punto de venir a verme
pa darme las gracias...
Y si viene a verme y en sus ojos prietos
~más prietos que su alma~,
deviso que bulle
siquera una lágrima...
pué que me ricuerde de cuando la quise
con todita mi alma;
pué que me ricuerde que sólo vivía
resollando el aigre qu'ella resollaba;
pué ser que de nuevo
me buiga esta cháchara,
y manque he jurado que nada ni naiden,
por nada del mundo, mi hará perdonarla,
si ansina sucede... si ansina ricuerdo...
si miro en sus ojos siquera una lágrima...
antonces, mi cuate... ¿pa qué he d'engañarte?
¡Manque soy muy hombre... pué que me rajara!

Mi Patria - José Antonio Rivas

Por José Antonio Rivas (Honduras)

Mi patria es una rosa memorable
sorprendida en el pecho
Siempre que la pronuncio se descubre
que se le beso la frente.
Morazán la eterniza leve y alta,
pero en el mar me pesa.
Mi patria es una niña que aun se busca
detrás de los espejos;
y en la baba de un pez desamorado
se resbala su nombre.
No hay manera mas honda de mirarla
que perdida en mis ojos
le oigo su lento mundo de ceniza
y paz deshabitada;
un alto rió irremediablemente
le moja la tristeza;
la sangre se le quiebra en la cintura:
mitad de la esperanza,
y es su cuerpo una alondra sollozada
aunque nadie lo diga.
Mi patria es una lagrima desnuda
que se esconde en los ojos.
Se diría que todas las cascadas
le han bebido la risa.
Yo ni siquiera puedo suspírala
porque me duele el aire.
La guardo con amor en estas letras:
¡quiero vivir un poco !

Poema 10 - Pablo Neruda

Por Pablo Neruda (Chile)


Hemos perdido aún este crepúsculo.
Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.
He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.
A veces como una moneda
se encendía un pedazo de sol entre mis manos.
Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.
Entonces, ¿dónde estabas?
¿entre qué genes?
¿diciendo qué palabras?
¿Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?
Cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo,
y como un perro herido rodó a mis pies mi capa.
Siempre, siempre te alejas en las tardes
hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas. 

martes, 29 de noviembre de 2011

En paz - Amado Nervo

Por Amado Nervo (México)
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.

... Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡más tú no dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas,
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

lunes, 28 de noviembre de 2011

Bienaventurado - Ernesto Cardenal

Por Ernesto Cardenal (Nicaragua)

Bienaventurado el hombre que 
no sigue las consignas del Partido
ni asiste a sus mítines
ni se sienta en la mesa con los gangsters
ni con los Generales en el Consejo de Guerra
Bienaventurado el hombre que 
no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio
Bienaventurado el hombre que 
no lee los anuncios comerciales
ni escucha sus radios
ni cree en sus slogans
Será como un árbol plantado junto a una fuente

Los motivos del lobo - Rubén Dario

Rubén Dario (Nicaragua)

El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
el lobo de Gubbia, el terrible lobo,
rabioso, ha asolado los alrededores,
cruel ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertes y daños.

Fuertes cazadores armados de hierros
fueron destrozados. Los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros,
como de cabritos y de corderillos.

Francisco salió:
al lobo buscó
en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera
enorme, que al verle se lanzó feroz
contra él. Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano,
al lobo furioso dijo: —¡Paz, hermano
lobo! El animal
contempló al varón de tosco sayal;
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas,
dijo: —¡Está bien, hermano Francisco!
¡Cómo! —exclamó el santo—. ¿Es ley que tú vivas
de horror y de muerte?
¿La sangre que vierte
tu hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto
de los campesinos, el grito, el dolor
de tanta criatura de Nuestro Señor,
no han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno?
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno
Luzbel o Belial?
Y el gran lobo, humilde: —¡Es duro el invierno,
y es horrible el hambre! En el bosque helado
no hallé qué comer; y busqué el ganado,
y en veces comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador
sobre su caballo, llevando el azor
al puño; o correr tras el jabalí,
el oso o el ciervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor.
Y no era por hambre, que iban a cazar.
Francisco responde: —En el hombre existe
mala levadura.
Cuando nace viene con pecado. Es triste.
Mas el alma simple de la bestia es pura.
Tú vas a tener
desde hoy qué comer.
Dejarás en paz
rebaños y gente en este país.
¡Que Dios melifique tu ser montaraz!
—Está bien, hermano Francisco de Asís.
—Ante el Señor, que todo ata y desata,
en fe de promesa tiéndeme la pata.
El lobo tendió la pata al hermano
de Asís, que a su vez le alargó la mano.
Fueron a la aldea. La gente veía
y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero,
y, baja la testa, quieto le seguía
como un can de casa, o como un cordero.

Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó.
Y dijo: —He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios. —¡Así sea!,
contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal
de contentamiento,
movió testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.

Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
en el santo asilo.
Sus bastas orejas los salmos oían
y los claros ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
cuando a la cocina iba con los legos.
Y cuando Francisco su oración hacía,
el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle,
iba por el monte, descendía al valle,
entraba en las casas y le daban algo
de comer. Mirábanle como a un manso galgo.

Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
desapareció, tornó a la montaña,
y recomenzaron su aullido y su saña.
Otra vez sintióse el temor, la alarma,
entre los vecinos y entre los pastores;
colmaba el espanto los alrededores,
de nada servían el valor y el arma,
pues la bestia fiera
no dio treguas a su furor jamás,
como si tuviera
fuegos de Moloch y de Satanás.

Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos lo buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron testimonio
de lo que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del demonio.

Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña
a buscar al falso lobo carnicero.
Y junto a su cueva halló a la alimaña.
—En nombre del Padre del sacro universo,
conjúrote —dijo—, ¡oh lobo perverso!,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
Contesta. Te escucho.
Como en sorda lucha, habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:
—Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía,
y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de Odio, de Lujuria, de Infamia y Mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las manos
y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.
y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad.

El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
que era: Padre nuestro, que estás en los cielos...

domingo, 27 de noviembre de 2011

La casada infiel - Federico García Lorca

Por Federico García Lorca

Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río. 

sábado, 26 de noviembre de 2011

Los Ojos Verdes - Gustavo Adolfo Bécquer - Prosa

 Por Gustavo Adolfo Bécquer (España)

Gustavo Adolfo BécquerEl primogénito Almenar, de rodillas a los pies de su misteriosa amante, procuraba en vano arrancarle el secreto de su existencia. Ella era hermosa, hermosa y pálida como una estatua de alabastro.
-¡No me respondes! -exclamó Fernando al ver burlada su esperanza-. ¿Querrás que dé crédito a lo que de ti me han dicho? ¡Oh, no!... Háblame; yo quiero saber si me amas; yo quiero saber si puedo amarte, si eres una mujer... o un demonio... ¿Y si lo fueses?. Si lo fueses..., te amaría..., te amaría como te amo ahora, como es mi destino amarte, hasta más allá de esta vida, si hay algo más allá de ella.
-Fernando -dijo la hermosa con una voz semejante a una música-, yo te amo más aún que tú me amas; yo, que desciendo hasta un mortal siendo un espíritu puro. No soy una mujer como las que existen en la Tierra; soy una mujer digna de ti, que eres superior a los demás hombres. Yo vivo en el fondo de estas aguas, incorporea como ellas, fugaz y transparente: hablo con sus rumores y ondulo con sus pliegues. Yo no castigo al que ossa turbar la fuente donde moro; antes lo premio con mi amor, como a un mortal superior a las supersticiones del vulgo, como a un amante capaz de comprender mi caso extraño y misterioso.
Mientras ella hablaba así, el joven absorto en la contemplación de su fantástica hermosura, atraído como por una fuerza desconocida, se aproximaba más y más al borde de la roca.
Mujer de ojos verdes-¿Ves, ves el límpido fondo de este lago? ¿Ves esas plantas de largas y verdes hojas que se agitan en su fondo?... Ellas nos darán un lecho de esmeraldas y corales..., y yo..., yo te daré una felicidad sin nombre, esa felicidad que has soñado en tus horas de delirio y que no puede ofrecerte nadie... Ven; la niebla del lago flota sobre nuestras frentes como un pabellón de lino...; las ondas nos llaman con sus voces incomprensibles; el viento empieza entre los álamos sus himnos de amor; ven..., ven.
Estas palabras zumbaban en los oídos de Fernando como un conjuro. Ven... y la mujer misteriosa lo llamaba al borde del abismo donde estaba suspendida, y parecía ofrecerle un beso..., un beso...
Fernando dio un paso hacía ella..., otro..., y sintió unos brazos delgados y flexibles que se liaban a su cuello, y una sensación fría en sus labios ardorosos, un beso de nieve..., y vaciló..., y perdió pie, y cayó al agua con un rumor sordo y lúgubre. Las aguas saltaron en chispas de luz y se cerraron sobre su cuerpo, y sus círculos de plata fueron ensanchándose, ensanchándose hasta expirar en las orillas.

Reir llorando - Juan de Dios Peza

Juan de Dios Peza (México)

Viendo a Garrik   -actor de la Inglaterra-
el pueblo al aplaudirlo le decía:
"Eres el más gracioso de la tierra,
y el más feliz..."y el cómico reía.

Víctima del spleen, los altos lores
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores,
y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso
llegóse un hombre de mirar sombrío:
"Sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío".

"Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importa mi nombre ni mi suerte.
En un eterno spleen, muriendo vivo,
y es mi única ilusión la de la muerte".

-Viajad y os distraeréis.
                -¡Tanto he viajado!
-Las lecturas buscad.
                -¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer.
                -¡Si soy amado!
-Un título adquirid.
                -¡Noble he nacido!
-¿Pobre seréis quizá?
                -Tengo riquezas.
-¿De lisonjas gustáis?
                -¡Tantas escucho...!
-¿Qué tenéis de familia?
                -Mis tristezas.
-¿Vais a los cementerios?
                -Mucho... mucho...
-De vuestra vida actual ¿tenéis testigos?

-Sí, mas no dejo que me impongan yugos;
yo les llamo a los muertos mis amigos
yo les llamo a los vivos, mis verdugos.

-Me deja -agrega el médico- perplejo
vuestro mal, y no debo acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo:
"Sólo viendo a Garrik podréis curaros".

-¿A Garrik?

-Sí, a Garrik... La más remisa

 y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa,
¡tiene una gracia artística asombrosa!

-¿Y a mí me hará reír?

-¡Ah sí, os lo juro!;
él sí, nada más él, mas... ¿qué os inquieta?

-Así -dijo el enfermo-, ¡no me curo!
¡yo soy Garrik!... cambiadme la receta.

¡Cuántos hay que cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reir como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora, cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto,
y también a llorar con carcajadas.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Boda negra - Julio Flores Roa

Julio Flores Roa (Colombia)

Oye la historia que contóme un día
el viejo enterrador de la comarca:
era un amante a quien por suerte impía
su dulce bien le arrebató la parca.

Todas las noches iba al cementerio
a visitar la tumba de la hermosa;
la gente murmuraba con misterio:
es un muerto escapado de la fosa.

En una horrenda noche hizo pedazos
el mármol de la tumba abandonada,
cavó la tierra... y se llevó en los brazos
el rígido esqueleto de la amada.

Y allá en la oscura habitación sombría,
de un cirio fúnebre a la llama incierta,
dejó a su lado la osamenta fría
y celebró sus bodas con la muerta.

Ató con cintas los desnudos huesos,
el yerto cráneo coronó de flores,
la horrible boca le cubrió de besos
y le contó sonriendo sus amores.

Llevó a la novia al tálamo mullido,
se acostó junto a ella enamorado,
y para siempre se quedó dormido
al esqueleto rígido abrazado.

Versos sencillos - José Martí

José Martí (José Julián Martí y Pérez) (Cuba)

Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.

Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.

Alas nacer ví en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros,
Volando las mariposas.

He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,
Dos veces ví el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez - en la reja,
A la entrada de la viña,-
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: - cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcaide llorando.

Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, - es
Que mi hijo va a despertar.

Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.

Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.

Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.

Yo he puesto la mano osada,
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.

Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.

Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.

Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto.-
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.

Volveran las oscuras golondrinas - Gustavo Adolfo Becquer

Gustavo Adolfo Becquer  (España)

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
    jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
    ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
    sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día....
    ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
    tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
    ¡así no te querrán!

Gratia Plena - Amado Nervo

Por Amado Nervo (México)

Todo en ella encantaba, todo en ella atraía:
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!

Ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como Margarita sin par,
al influjo de su alma celeste amanecía...
Era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!

Cierta dulce y amable dignidad la investía
de no sé qué prestigio lejano y singular,
más que muchas princesas, princesa parecía:
era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!

Yo gocé el privilegio de encontrarla en mi vía
dolorosa; por ella tuvo fin mi anhelar.
Y cadencias arcanas halló mi poesía.
Era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!

!Cuánto, cuánto la quise! ¡Diez años fue mía;
pero flores tan bellas nunca pueden durar!
Era llena de gracia, como el Avemaría,
y a la fuente de gracia, de donde procedía,
¡se volvió... como gota que se vuelve a la mar!

Caminante no hay camino (Cantares) Antonio Machado



Por Antonio Machado (España)


Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.

Nunca persequí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.

Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse...

Nunca perseguí la gloria.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...

Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso...

Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse le vieron llorar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso...

Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Golpe a golpe, verso a verso.

Si tienes una madre todavía - Heinrich Neuman

Por Heinrich Neuman (Alemania)

Si tienes una madre todavía,
da gracias al Señor que te ama tanto,
que no todo mortal contar podría,
dicha tan grande ni placer tan santo.

Si tienes una madre... sé tan bueno
que ha de cuidar tu amor su paz sabrosa,
pues la que un día te llevo en su seno
siguió sufriendo y se creyó dichosa.

Veló de noche y trabajó de día
leves las horas en su afán pasaban,
un cantar de sus labios te dormía,
y al despertar sus labios te besaban.

Enfermo y triste, te salvó su anhelo
que sólo el llanto por su bien querido
milagros supo arrebatar al cielo,
cuando ya el mundo te creyó perdido.

Ella puso en tu boca la dulzura
de la oración primera balbucida
y plegando tus manos en ternura,
te enseñaba la ciencia de la vida.

Si acaso sigues por la senda aquella
que va segura a tu feliz destino,
herencia santa de la madre es ella,
tu madre sola te enseñó el camino.

Mas si al cielo se fue... y en tus amores
ya no la harás feliz sobre la tierra,
deposita el recuerdo de tus flores
sobre la fría loza que la encierra.

Es tan santa la tumba de una madre,
que no hay al corazón lugar más santo,
cuando espina cruel tu alma taladre,
¡ve a derramar, allí, tu triste llanto!

LA CHACHA MICAILA - Antonio Guzmán Aguilera

Por Antonio Guzmán Aguilera (México)

Mi cantón, magresita del alma,
ya pa que lo quero,
si se jué la paloma del nido,
si me falta el calor de su cuerpo,

si ya sus canarios
de tiricia se han ido muriendo,

si los capulines,
ya no sueltan sus frutas del tiempo,
y las campanillas y las dormideras
se han caido, tan recio
que cualquera que va a visitarme
pisa sobre pétalos.

Y yo que la vide, dialtiro dicaida
con los ojos negros
zambutidos en unas ojeras
cenizas, y aluego
los tales quejios;
los tales mareos
que dizque eran vagidos
al decir del médico.

¡Algame la Virgen!

Yo nomás de acordarme, padezco
mucho escalofrío
y me hogo del pecho,
y se mi hacen las manos y pieses,
como los badajos de los timbres létricos.

¡Qué poco a poquito, se me jué muriendo!

Tosía, tosía
y lloraba la probe en silencio.

-No llores, Micaila,
por toitos los santos del Cielo,
dicíale al verla llorando,
y al dicirlo, lloraba yo mesmo.

-Si te pondrás güena,
con los revoltijos que te ha dado el médico,
no sias disconfiada con las medicinas,
que a mi me sanaron de aquel muermo.
¡Andale!, mi Chacha,
quero ver en tu rostro trigueño,
como dos tizones
achispaos, tus lindos ojuelos.

¡Ahi te ha traido
un rebozo de bola
mi compadre Chencho,
pa´ cuando te alivies
y en el cuaco trotón, en el prieto,
he pensado pa´ entonces que vayamos
los dos riales un sábado a verlo.
¿Queres trigueñita? Y el domingo le entraremos
muy recio al mole,
y a la barbacoa,
y a los asaderos,
y en cuanto que Dios escurezca,
por el valle, abajo,
asegún se sigue la falda del cerro.

¡Micaila! no llores
y le daba un beso,
Ella sonreía,
un instante, pero
me miraba después en silencio
como si la sombra del presentimiento
le preñara los ojos de llanto,
que después.. derramaba en silencio.

El día de su muerte,
su rostro cenizo, me dio mucho miedo.

-¿Pos qué tienes, Chacha?
-No sé lo que tengo,
pero sé que me voy y es pa siempre
-Correré si quieres por el señor mmédico,
¿queres, trigueñita?
-¿ Ya pa que? mejor tate aquí en ssosiego,
quero hablarte por ultimo Chacho,
antes de que me ajoguen los remordimientos.
Asiéntate y oye; yo quise decírtelo
dende hace muchísimo tiempo
pero a la wena bueno, pos se me arrugaba
¡uno es mujer! Chacho, ¡qué caray!
y el miedo dizque no anda en burro,
pero ora qué le hace, mi prieto,
si ya se te muere tu Chacha
qué se llegue a saber su secreto.

Hace unos seis años, siguro ¿recuerdas
que nos envitaron a los herraderos
los siñores amos?

-¡Vaya si mi acuerdo!
¿No fué aquel domingo
que salí cornao por un toro prieto,
cerca de las trancas, en el Rancho Verde
de ñor Juan?

-El mesmo,
ya vide que si acordates,
pos ái tienes nomás qui al saberlo,
por la puerta falsa de la casa grande
me salí corriendo
en las trancas jallé a don Antonio,
el hijo mayor de don Pedro,
que era entonces alcalde del pueblo.

Pregúntele al punto
por ti, por tu herida, por tu paradero,
me dijo que en una camilla
te jalaron pa casa del médico,
y que si quería que me llevaba en ancas
en el punto mesmo;
aceté, ¡qué caray!, no era cosa
de dejarte morir como un perro.
No nos vido naiden salir de las trancas,
y llegamos de un bote al potrero,
y a galope tendido trepamos
la cuesta del cerro,
y al bajar el barranca del Cristo,
tan jondo y tan negro,
don Antonio empezó con sus cosas
con sus chicoleos,
que si yo era una rosa de mayo,
que si eran mis ojos noturnos luceros.

Yo todo a esto callaba, callaba; él si puso necio
y me dijo que tú eras muy probe:
total un ranchero;
que él, en cambio, era dueño de haciendas
y de muchas talegas de pesos;
que te abandonara
que nos juéramos juntos pa México,
o pa los Uropas o pa los Querétaros.
Yo me puse muy gira y le dije:
qui aunque probe, me daba mi prieto
pa presumir muncho
y andar diariamente con el zagalejo
muy lentejueliao
y cada semana con rebozo nuevo.
-Por si no por amor, por la juerzaa,
me dijo rayando su penco;
y sin más me apretó la centura
y mi boca manchó con un beso.

Nunca lo hubiera hecho, sentí que la sangre
cegaba mis ojos, y el furor mi seno;
saqué del arzón el machete,
y por las espaldas, lo jundí en su cuello.

Cayó hacia delante con un grito horrendo,
y rodó rebotando hasta el fondo
del desfiladero...
Naiden supo nada
cuando lo jallaron todito deshecho,
guiados por el puro jedor del barranco,
los jueces dijieron,
quesque jué un suicidio,
por no sé qué amores y enredos.
Yo me estuve callada la boca
pero ahora, pos dime, ¿ya pa qué, mi prieto?

Se quedó como estática; acaso
rezaba al morir, por el muerto.
La abracé llorando,
la besé en silencio,
y como una santa que poco a poquito,
se me jué muriendo...
Mi jacal tá maldito...
si lo queres, pos ai te lo dejo,
si te cuadra, quémalo,
si se te incha, víndelo;
yo me güelvo a las filas, mi mama,
a peliar por la patria me güelvo;
si me quebra una bala, ¡qué liace!
al cabo en el mundo,
pa los que sufrimos la muerte en el alma,
vivir o morir es lo mesmo.
Mi cantón magresita del alma,
sin ella ¿ya pa qué lo quero…?

jueves, 24 de noviembre de 2011

Nocturno a Rosario - Manuel Acuña

Nocturno a Rosario


Por Manuel Acuña (México)



¡Pues bien! yo necesito

decirte que te adoro

decirte que te quiero

con todo el corazón;

que es mucho lo que sufro,

que es mucho lo que lloro,

que ya no puedo tanto 

al grito que te imploro,

te imploro y te hablo en nombre

de mi última ilusión.


       

Yo quiero que tu sepas

que ya hace muchos días

estoy enfermo y pálido

de tanto no dormir;

que ya se han muerto todas 

las esperanzas mías,

que están mis noches negras,

tan negras y sombrías,

que ya no sé ni dónde

se alzaba el porvenir.

        

De noche, cuando pongo

mis sienes en la almohada

y hacia otro mundo quiero

mi espíritu volver,

camino mucho, mucho,

y al fin de la jornada

las formas de mi madre

se pierden en la nada

y tú de nuevo vuelves 

en mi alma a aparecer.

        

Comprendo que tus besos

jamás han de ser míos,

comprendo que en tus ojos

no me he de ver jamás,

y te amo y en mis locos

y ardientes desvaríos

bendigo tus desdenes,

adoro tus desvíos,

y en vez de amarte menos

te quiero mucho más.

        

A veces pienso en darte

mi eterna despedida,

borrarte en mis recuerdos

y hundirte en mi pasión

mas si es en vano todo

y el alma no te olvida,

¿Qué quieres tú que yo haga,

pedazo de mi vida?

¿Qué quieres tu que yo haga

con este corazón?

        

Y luego que ya estaba

concluído tu santuario,

tu lámpara encendida,

tu velo en el altar;

el sol de la mañana

detrás del campanario,

chispeando las antorchas,

humeando el incensario,

y abierta alla a lo lejos

la puerta del hogar...

        

¡Qué hermoso hubiera sido

vivir bajo aquel techo,

los dos unidos siempre

y amándonos los dos;

tú siempre enamorada,

yo siempre satisfecho,

los dos una sola alma,

los dos un solo pecho,

y en medio de nosotros 

mi madre como un Dios!

        

¡Figúrate qué hermosas

las horas de esa vida!

¡Qué dulce y bello el viaje

por una tierra así!

Y yo soñaba en eso,

mi santa prometida;

y al delirar en ello

con alma estremecida,

pensaba yo en ser bueno

por tí, no mas por ti.

        

¡Bien sabe Dios que ese era

mi mas hermoso sueño,

mi afán y mi esperanza,

mi dicha y mi placer;

bien sabe Dios que en nada

cifraba yo mi empeño,

sino en amarte mucho

bajo el hogar risueño

que me envolvió en sus besos

cuando me vio nacer!

        

Esa era mi esperanza...

mas ya que a sus fulgores

se opone el hondo abismo

que existe entre los dos,

¡Adiós por la vez última,

amor de mis amores;

la luz de mis tinieblas,

la esencia de mis flores;

mi lira de poeta,

mi juventud, ¡adiós!

Ausencia - Carlos Jeremías Girón R.

Por Carlos Jeremías Girón (Honduras)

En el aroma frío de la tarde
esculpido en el silencio ajeno,
encuentro siempre el destello
de tu larga y eterna ausencia.

Por los caminos desnudos del viento
mi ensueño va buscando la huella
y el aroma de tu cuerpo de bruma
sin llegar nunca a encontrarlos.

Sufriendo el desaliento,
(identidad del desorientado y perdido),
cada día y cada noche sin fecha
divago entre las cosas reales
soñando fantasías y viviendo
tristezas, ausencias y locuras.

San Pedro Sula 9-2-88

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Destinos - Prosa - JMiur

Destinos 

Por JMiur (Argentina)

La gente observa los canarios en sus jaulas y tal vez sienten que una parte de ellos está allí, prisionera entre esos barrotes. Sienten la tentación de abrirles la puerta y dejarlos libres, pero jamás lo hacen. Saben que el pájaro se confundiría frente a tanto espacio y terminaría escapando por la ventana, para gozar de un instante fugaz de libertad, antes de terminar muerto de hambre o por el hambre de algún gato callejero. La gente es así.

El canario observa aquella monstruosa imagen tras los barrotes. Se ve en sus ojos y sólo atina a mover las alas y a desgranar un chillido que podría ser tomado por un canto. Salta a un costado, picotea las maderas del columpio y sigue soñando con un cielo aún más blanco que el techo que lo cobija. No sabe más que aquello que alcanza a ver pero presiente que algo no es correcto, que las piezas no terminan de encajar, que puede encontrar la solución si persiste en su búsqueda.

La gente lo mira y, de alguna forma, sienten envidia por el canario. Tiene todo lo que necesita, no espera nada, no ambiciona nada, el tiempo sólo es un constante ir y venir despreocupado. No son tan ingenuos como para creer que el canario es feliz pero tal vez, se dicen suspirando, serían capaces de regalar una buena parte de lo que tienen por no sentir la angustia de no tener lo que les falta.

El canario canta para si mismo, se aturde en su grito, se envuelve en su melodía y así espera que el tiempo transcurra. De vez en cuando, mira hacia afuera pero, enseguida se da vuelta, evitando caer en la tentación de pensar. Se posa en el suelo y se endulza el pico con algunos granos de alpiste. Toma agua de a pequeños sorbos, parece indiferente a todo, casi contento examinando su casa. Levanta la vista e intenta volar, sólo son tres movimientos y el techo se le viene encima. Apenas alcanza a aferrarse al columpio. Eso es todo, ya no tiene fuerzas para seguir contando. El cielo tiene un límite demasiado escaso.

La gente que observa los canarios siente pena por tanto vuelo insatisfecho. Se dan vuelta avergonzados y se sientan a mirar televisión.

Los canarios que observan a la gente imaginan un universo de jaulas transparentes donde el cielo es una línea inasible.

La gente muere sin jamás haber volado, rodeados de otras gentes que lloran tristemente, vestidas de negro.

Los canarios mueren en jaulas blancas. Se caen de golpe haciendo toc contra el piso y desaparecen rápidamente en un tacho de basura.

Las jaulas difícilmente mueren. Algunas llegan a oxidarse. La mayoría permanecen vivas para siempre. Esperando.


Fuente: Vagabundia

martes, 22 de noviembre de 2011

La Profesía - Rafael de León



Por Rafael de León (España)


Me lo contaron ayer
las lenguas de doble filo,
que te casaste hase un més
y me quedé tan tranquilo...
Otro cualquiera en mi caso,
se hubiera echao a llorá,
yo, cruzándome de brazos
dije que me daba igual.
Nada de pegarme un tiro
ni enredarme en maldiciones
ni apedrear con suspiros
los vidrios de tus balcones.
¿Que te has casao? -¡Buena suerte!
Vive cien años contenta
y a la hora de la muerte,
Dios no te lo tenga en cuenta.
Que si al pie de los altares
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi mare
que no te guardo rencor.
Porque sin sé tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
yo fui quien más te ha querío,
con eso tengo bastante.
Y haciendo un poco de historia,
nos volveremos atrás,
para recordar la gloria
de mis días de chaval.
              

-¿Qué tiene el niño, Malena?
Anda como trastornao,
le encuentro cara de pena
y el colorcillo quebrao.
Y ya no juega a la tropa,
ni tira piedras al río,
ni se destroza la ropa
subiéndose a coger níos.
¿No te parece a ti extraño?
No es una cosa muy rara
que un chaval de doce años
lleve tan triste la cara?...
Mira que soy perro viejo
y estás demasiao tranquila:
¿Quieres que te dé un consejo?
Vigila, mujer, ¡vigila!
(Y fueron dos centinelas
los ojitos de mi mare):
-Cuando sale de la escuela
se va pa los Olivares.
-Y ¿qué es lo que busca allí?               
-Una niña. Tendrá el mismo tiempo que él.
José Miguel, no le riñas,
que está empezando a querer.
Mi pare encendió un pitillo,
se enteró bien de tu nombre,
y te compró unos zarcillos
y a mí un pantalón de hombre.
              
Yo no te dije ¡te adoro!
pero amarré en tu balcón
mi lazo de seda y oro
de primera comunión.
Y tú, fina y orgullosa,
me ofreciste en recompensa
dos cintas color de rosa
que engalanaban tus trenzas.
              
-Voy a misa con mis primos.
-Bueno, te veré en la Ermita.
Y qué serios nos pusimos
al darte el agua bendita.
Mas luego en el campanario,
cuando rompimos a hablar:
-Dice mi tiíta Rosario
que la cigüeña es sagrá,
y el colorín, y la fuente,
y las flores, y el rocío,
y el romero de los montes
y el bronce de esta campana
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río,
y aquella cinta lejana
que la llaman horizonte.
¡Todo es sagrao: cielo y tierra,
porque too lo hizo Dios.
              
¿Qué te gusta más? ¡Tu pelo!
¡Qué bonito le salió!
-Pues, ¿y tu boca, y tus brazos,
y tus manos redonditas,
y tus pies fingiendo el paso
de las palomas zuritas?
              
Con la pureza de un copo
de nieve te comparé;
te revestí de piropos
de la cabeza a los pies.
A la vuelta te hice un ramo
de pitiminí precioso.
Y luego nos retratamos
en el agüita del pozo.
Y hablando de estas pamplinas
que se inventan las criaturas,
llegamos hasta la esquina
cogidos por la cintura.
Yo te pregunté: -¿En qué piensas?
Tú dijiste: -En darte un beso.
Y yo sentí una vergüenza
que me caló hasta los huesos.
De noche, muertos de luna,
nos vimos por la ventana.
-¡Chis!... Mi hermanito está en la cuna,
le estoy cantando la nana.
              
"Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco."
              
Y mientras que tú cantabas
yo, inocente me pensé
que nos casaba la luna
como a marío y mujer.
              
¡Pamplinas! Figuraciones
que se inventan los chavales,
después la vía se impone:
tanto tienes, -tanto vales.
Por eso, yo al enterarme
que llevas un mes casá,
no dije que iba a matarme,
sino que me daba igual.
Mas como es rico tu dueño,
te vendo esta profecía:
Tú, cada noche, entre sueños
soñarás que me querías,
y recordarás la tarde
que mi boca te besó.
Y te llamarás ¡Cobarde!
como te lo llamo yo,
y verás, sueña que sueña,
que me morí siendo chico.
Y se llevó la cigüeña
mi corazón en su pico.
Pensarás: no es sierto nada.
Yo sé que lo estoy soñando.
Pero allá en la madrugada
te despertarás llorando,
por el que no es tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
sino el que más te ha querío:
con eso tengo bastante.
Por lo demás, tó se orvía.
Verás cómo Dios te envía
un hijo como una estrella.
Avísame deseguida,
me servirá de alegría
cantarle la nana aquella:
              
"Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco."
              
Pensarás: "no es sierto nada.
Yo sé que lo estoy soñando".
Pero allá en la madrugada
te despertarás llorando
por el que no es tu marío
ni tu novio, ni tu amante,
sino el que más te ha querío:
con eso tengo bastante.